miércoles, 29 de mayo de 2013

La suerte de la fea la bonita la desea

Cuando tienes niños, puedes llegar a vivir situaciones insospechadas. 

A mi por ejemplo me dan mucho asco los mocos. Y las cacas. Pero asco de ganas de vomitar. Y aquí estoy, limpiando culos y hurgando en las narices de mis princesas para que puedan respirar bien y que duerman. Y dejen dormir. Y no os imagináis cuan largo puede llegar a ser un moco...¡ Y qué iba yo a sospechar que algún día iba a sacar ese tipo de mocos de narices que no son mías!

La cosa es que hoy quedé para tomar un helado con mi amiga, y monté en el coche a la prole al completo: regrande, grande y benjamina. Y así llegamos a la heladería, y cada una eligió su helado. Las niñas se lo tomaron de chicle. Un helado de chicle color rosa chicle.
Igual están pensando que qué importará el sabor del helado mis niñas. Pues sí que importa. Sobre todo, a la hora de quitar las manchas...

El helado por cierto estaba riquísimo porque es de una heladería artesanal italiana, y se lo curran mucho con los sabores. 

Después del helado y para que quemaran energías, fuimos a dar un paseo. Pero el viento era desagradable y volvimos a sentarnos para tomarnos un café. Tarde completita, ¿verdad?

Para delicia de los guiris que había por allí, la grande iba con sus zapatos de hebilla no a juego con los calcetines rosa. Y una diadema en el pelo con una florecita y una minipeineta. Lástima que no le hice foto. De dulce la niña. De verdad que le insistí para que se cambiara. Pero cuando empezaron a asomarle las lágrimas, pensé que tampoco era para tanto. Pero sí que lo era. 

Pues a pesar de ir ella con esas pintas, ya cuando nos íbamos del bar la escucho decirle a la remayor: mira qué perro tan grande. Se ve que la remayor no veía al perro grande, porque la de la minipeineta insistía: sí sí, allí, allí al lado de esa muchacha tan fea.

Yo la miré con los ojos muy abiertos y la cabeza un poco torcida. Ese gesto solemos hacerlo mucho las madres cuando queremos decir algo sin abrir la boca, no se si sabeis a qué gesto me refiero. 
Y es que la muchacha estaba a dos mesas de la nuestra, y el torrente de voz de mi hija no es lo que se dice discreto.

La remayor, que ya va rozando los seis y tiene un poco más de cordura le responde que ella no ve ninguna muchacha fea. Pero la otra se la señala, para que no quede duda.
Y así se llevaron el rato que tardó mi amiga en pagar, discutiendo si la muchacha era fea o no.

Yo no se si la muchacha en cuestión no se dio cuenta o si prefirió no darse por aludida. Yo por la parte que me toca, no sabía donde meterme.

Y es que ya lo dice el refrán, que los niños y los borrachos siempre dicen la verdad.









2 comentarios:

  1. Contado así, la historia es desternillante, no puedo parar de reír. Pero vivirlo... L@s niñ@s nunca dejarán de sorprendernos...

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  2. La prima de la guiri30 de mayo de 2013, 7:28

    Me he hecho pis encima de la risa, jajaja... Ciertoes que los niños dicen la verdad, pero en el caso de la guiri y viendo sus antecedentes estilistas, puede que tenga distorsionado el concepto de lo que es feo... La prima, o sea yo, lo tiene distorsionado, y como dice la mami, el gen es el gen, jejeje

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